Estoy segura que cuando hablamos de hipnosis cada uno de nosotros se imagina una cosa diferente, y muchos pensarán que la hipnosis es eso que sale en los programas de televisión.
Cuando le digo a mis pacientes que vamos a usarla en su proceso terapéutico, muchos de ellos me miran como si estuviera loca, con una expresión en sus caras que es una mezcla entre incredulidad, miedo y curiosidad. Que no les convierta en gallina es, posiblemente, la petición más recurrente (me lo dicen entre risas pero con cierto nerviosismo). Sin embargo la realidad es que la hipnosis simplemente es una técnica que usamos los psicólogos para ayudar a nuestros pacientes, no es nociva, no tiene efectos secundarios. Lleva usándose desde los albores mismos de la psicología, y autores tan famosos y variados como Freud, Pavlov, W. James, Milton Erickson, y hasta nuestro Premio Nobel Ramón y Cajal, la han usado y han hablado y escrito sobre ella.
Según la American Psychological Assiciation (APA) la Hipnosis es un incremento de la capacidad para responder a las sugestiones, aumentando la focalización de la atención y reduciendo la percepción de información periférica.
Cuando estás hipnotizado tu cuerpo entra en un estado de relajación profunda. Tu mente se vuelve más receptiva a las sugestiones del psicólogo, y es por ello que es una técnica muy eficaz para el proceso terapéutico. Al mismo tiempo tu “consciente” se relaja, dejando paso a tu mundo más inconsciente, ese que a veces nos da problemas que no sabemos de dónde vienen. Es decir, notarás que tu mente está activa pero irá adaptándose a las sugestiones del hipnotizador al tiempo que tu cuerpo estará tranquilo.
En la hipnosis, en contra de lo que se cree popularmente, el paciente no pierde en ningún momento el control ni queda a merced del hipnotizador, es más, si quiere puede “salir” del proceso hipnótico. También puedo asegurarles que durante la terapia hipnótica el paciente no realizará nada que no quiera hacer.
El paciente que está en hipnosis es más receptivo y flexible a modificar su conducta, sus pensamientos y sus creencias, siendo por lo tanto más fácil el cambio terapéutico. Se reduce también el tiempo empleado en conseguir los objetivos de la terapia. Pero se debe recordar que no se van a “implantar” los pensamientos o creencias del psicólogo, esto es imposible, sino que la hipnosis actúa de facilitador para obtener los resultados que el paciente quiere.
Imagina poder relajarte en cuestión de segundos. Imagina poder abordar temas que te perturban en un estado de relax absoluto. Imagina enfrentarte a tus problemas sin alterarte y creando en el momento recursos que luego podrás usar en tu vida cotidiana, y todo eso mientras estás profundamente relajado. Imagina también que puedes llevarte estos beneficios contigo y usarlos en tu día a día, eso es hipnosis.
El único “peligro” de la hipnosis es que el paciente recuerde algo que tenía olvidado, pero eso, bien utilizado, le ayudará en su curación.
La hipnosis es casi tan antigua como la propia psicología y ha demostrado con creces su eficacia, no solo por lo que los psicólogos vemos en consulta, sino a través de estudios controlados en el laboratorio con técnicas de neuroimagen.
Los campos de aplicación más estudiados son la ansiedad y el estrés, yo la uso en eso y en para trabajar con depresión, autoestima, enfermedades psicosomáticas, ataques de pánico, insomnio y fobias.
En mi terapia la cantidad de sesiones son realmente pocas a comparación de una terapia convencional, no hay un número especifico pero depende mucho de lo que quieras tratar durante la terapia puede ser de 4 hasta 14 sesiones aproximadamente, y por atención y calidad solo atiendo de 3 a 4 pacientes al día, la primera sesión tiene una duración de 3 horas, y las consecuentes de 80 a 120 minutos.